Hola
Soy Ada Ferrufino, organizadora principal del Ministerio Eunices en EIC. Es un honor servir a Dios y estoy completamente apasionada por la oportunidad de trabajar contigo y ser testigo del cambio que Dios quiere realizar en tu vida. Cuando Dios me dio esta visión y me reveló el nombre Eunices, entendí que me llamaba específicamente para guiar a otras mujeres hacia una transformación en sus vidas, llevándolas a conocer al Dios verdadero y a profesar una fe genuina que puedan transmitir a sus hijos y a otras mujeres. Vivimos en tiempos cruciales para la Iglesia de Cristo, y es urgente llevar el evangelio que transforma y cambia vidas a mujeres que están atrapadas por vicios y enfermedades que les impiden vivir en la libertad que Cristo nos dio en la cruz del calvario. Dios me ha preparado un ejército de mujeres poderosas y fervientes que, con la ayuda del Espíritu Santo, hacen posible cada evento. Ellas estuvieron alguna vez en cautiverio, como quizás te sientes ahora, pero experimentaron la metamorfosis y ahora son Eunices que viven y transmiten una fe genuina.
Mi historia
Durante mucho tiempo, busqué una respuesta que pudiera disipar las dudas de mi alma. A veces, creía que siguiendo rigurosamente las normas y estándares humanos, mis dudas desaparecerían y mi vida experimentaría un cambio radical. Sin embargo, era imposible alcanzar una transformación profunda en mi vida porque no conocía al Dios verdadero. Cuando hablo de conocerlo, me refiero a conocerlo como Padre, como Dios, como Señor, como Maestro, como Consejero, como Hermano, como Esposo, como Amigo, entre otros aspectos. Llegó un día en el que toqué fondo, rodeada de circunstancias que me empujaban a tomar una decisión. Tenía dos opciones: entregarme por completo a los pies de mi Maestro o seguir viviendo una vida llena de insatisfacciones, pretendiendo conocer a Dios sin verdaderamente haberlo conocido. Después de llorar durante mucho tiempo, sentada en un parque, recordando los momentos difíciles y las amarguras de la vida, decidí tomar la primera opción. Me rendí ante mi Señor y le dije: "Aquí estoy, no tengo nada. Solo quiero empezar desde cero y te confieso que no sé nada. Todos estos años, intentando conocerte a través de dogmas y normativas humanas en lugar de a través de tu Palabra, solo me han convertido en un metal que suena y en un címbalo que retiñe. Esto no me ha llevado a nada eterno. Ahora quiero que te reveles en mi vida. Ya no quiero vivir de la gloria de los demás. Así como Job te encontró, yo también quiero encontrarte.
A veces, no comprendemos por qué las situaciones llegan a nuestras vidas. Observo la vida de Job y a simple vista se podría juzgar como injusto todo lo que tuvo que atravesar sin razón aparente. No obstante, la Biblia dice en Romanos 8:28: "Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados". Solo después de la tormenta, Job se dio cuenta de que detrás de todas las situaciones había un amanecer nuevo, un nuevo comienzo. Se dio cuenta de que solo vivía para la gloria de los demás. Por eso, termina diciendo: "Yo conozco que todo lo puedes, Y que no hay pensamiento que se esconda de ti. ¿Quién es el que oscurece el consejo sin entendimiento? Por tanto, yo hablaba lo que no entendía; Cosas demasiado maravillosas para mí, que yo no comprendía. Oye, te ruego, y hablaré; Te preguntaré, y tú me enseñarás. De oídas te había oído; Mas ahora mis ojos te ven. Por tanto me aborrezco, Y me arrepiento en polvo y ceniza".
Dios me ministró con esta palabra y comprendí que, aunque Job tenía un testimonio intachable, no conocía verdaderamente a Dios. No había tenido un encuentro personal con su Padre Celestial; hablaba de cosas que nunca había experimentado, solo repetía lo que otros decían acerca de Dios. Después de todo, entendí que las situaciones, por amargas que sean, tienen un propósito y que al final, todo sabe mejor como la miel.
Como Job, en medio de la marea, cuando pensé que estaba a punto de sucumbir y nadie estaba allí para rescatarme, escuché la voz de mi amado Jesús. Él me llevó a experimentar una metamorfosis que sacó la mejor versión de mí misma. Fue entonces cuando recibí el llamado para trabajar con Eunices y guiar a otras mujeres a ser transformadas y tocadas por Dios.